Paloma:
Desde que te fuiste he intentado ocultar mis más dolorosas emociones de la gente que me rodea, con las que vivo y a quienes frecuento en la escuela. Todo para ellos, en medida que no les pasé nada, es lo mismo. Para ellos no hay amor ni tristeza, tampoco migajas de esperanza y sueños; son tan vulnerables y a la vez tan fríos cuando se les interpone la más conmovedora de las escenas, simplemente se voltean para no caer.
Camino y viajo a través de la ciudad, de las calles que siempre están tan inundadas de personas que vienen y van en el inmenso movimiento de siempre. Sé que pasas a diario por las mismas calles, te he visto alguna vez y sé que me he confundido; es tan absurdo, Paloma, pasar todos los días por el mismo lugar, pero a horas diferentes. Me resigno a pensar que te veré y tú nunca me verás.
No estoy triste, Paloma. He tenido tanto tiempo para pensar en qué me equivoqué, son muchas cosas y lo sabes. Nunca me dí cuenta de lo que pasaba, tan confiado en que el amor para nosotros dos iba a resistir tanta ausencia, siempre pensé en ti como una gran guerrera que iba a dar todo para estar juntos, que aguantaría la soledad, que comprendías porque no nos podíamos ver tan seguido. No fue así, no fue así. También fallé en todo esto, no me esforcé tanto para librarme de las cadenas del trabajo y de la escuela, no nade contra corriente pensando que sería para el bien de un futuro y no me fijé en mi presente. Simplemente te daba palabras y un amor no son solamente palabras.
Quiero decirte que te quiero ver otra vez, que he soñado contigo muchas veces para despertar y no tener un beso de ti. Me dices que te dolió tanto que te dijera estúpida, pero realmente me hablaba a mí, a los dos, pero nunca me referí al burdo significado de esta palabra malsonante. Fue una ternura violenta, excitada por la emoción que no aceptaba.
Déjame verte, he entendido más ahora, he aceptado mis errores. Ya no soy esa cosa negativa. No tengas miedo de mí. Ya no sé nada de ti, no puedo oírte.
