miércoles, 7 de agosto de 2013

No (sí) muerte.


Una vez tuve la locura de pensar en matarte. Lo pensé después de un beso largo. Matarte y luego matarme. Lo pensé con mis manos en tu cuello, con un cuchillo entre tu pecho. La idea no se me salio de la cabeza por un largo rato. Yo sentía tu mirada con ganas de seguir viviendo, pero me retabas acercando tus puntos débiles donde la muerte se puede facilitar, no lo sabías y me retabas, hacías que la idea fuera creciendo. La sangre escurriendo por mis manos o por el colchón, tu dolor, mi angustia. Y sería fácil, de este modo, terminar con todo lo que nos separa, acabaríamos con los problemas de la existencia, los grandes miedos de la vida.

Me empece a poner nervioso, las manos comenzaron a temblar, un frío recorría el centro de los huesos, lo iba a hacer, acerque cada vez más mis manos a tu cuello, pensé en la cara de tu dolor, las lagrimas que se te iban a salir, entonces, antes de comenzar a apretarte lentamente, me miraste fijamente y me comenzaste a decir algo que no recuerdo, te acercaste y me diste un beso pequeño en la mejilla.

Lo hubiera hecho, enserio, pero haces que me olvide de las cosas con tus ojos negros, he indistintamente bellos. Solamente la muerte puede separarnos y juntarnos más que ahora.   



Palabras nacidas.


Primero, más que nada, ocurre el problema de abrir la mente al mundo exterior, después el de abrirse con uno mismo. Primero puedes formular una buena mentira, eso a los demás, pero mentirte a ti es más difícil, ya que es una provocación de otro tú. Las palabras surgirían de dos personalidades que se estuvieran contradiciendo, una batalla con un gran arsenal en el interior de cada cual.

Si no fuera una batalla, sería que uno de las dos mitades le intentara contar una nueva historia al otro: la mentira; y el otro sabiendo ya la historia se lo creyera, sin dudar un poquito.

Bueno, y qué pasaría si el otro intentara hacer algo más grave, por ejemplo, lastimar a una persona conocida o provocar las tendencias de suicidio. Uno malvado y uno bueno. Imagínense lo que digo en la personalidad de un dios, un lado bueno y otro malo, pero siendo el mismo.


Yo y Yos.



¿Y si fuera muchos yos?. La pregunta no la estuviera haciendo yo, mañana ni después, la está escribiendo alguien que ya pasó por mi, o sea, mi pasado, pero ese pasado acaba de ser hace cinco o cuatro segundos. Me voy desconectando de un camino, hasta me parece que soy como la estela que deja algún foco que se mueve rápido. 

Me imagino ahora si ese tiempo fuera distinto, uno donde no entre mi pasado ni mi futuro, un universo paralelo, paralelo al cuál estoy viviendo. Uno donde no tuviera un Blog, donde tuviera una columna en algún periódico; se pueden imaginar una vida distinta a la que son ahora. También no voy a venir con la propuesta, o consejo, de valorar su vida, de querer lo que tienen y apreciarlo, eso ya lo saben, y si no, lo sabrán con el tiempo. Un ejemplo de mi idea es cuando sales de tu casa para algún lado y no tomaste el camión que justamente acaba de arrancar y tomas el de atrás; el que no tomaste es asaltado, pierdes tu celular, tu dinero, o, peor aun, un papel importante << imagínense cuanto tiempo y problemas ocasionaría eso>>. O desafortunadamente en el camión que te subes, por haber llegado veinte segundos tarde, te toca que lo asalten. Entonces habrá otro asaltado y uno que no, pero todos seré yo. 

Hay una teoría sobre los universos paralelos, me gusta saber que hay un yo que hace cada cosa distinta que yo no hago, o no haré nunca.

domingo, 4 de agosto de 2013

Lo mismo


Apenas entra la luz de la mañana por la gran ventana de esta pequeña habitación; apenas cubiertos los rayos de sol por esta cortina, blanca y vieja, dándole a las paredes, techo y suelo el mismo, y tan familiar color, de la mañana nueva, del día nuevo. Apenas la hora cálida amanece con un frío aíre; y es apenas que yo me despierto para pensar en la vida. Hay en todo ésto algo que se repite incansablemente, no sólo para mí, para todos los que han vivido. Ya que soy uno entre miles y miles. 

Una vez, estando en la calle, se acercó un hombre con una biblia en la mano, me empezó a hablar de Dios. Me invitaba a reflexionar sobre la creación y temas que sólo la religión puede ver. Después de un tiempo, de dudas y respuestas, cuando él dijo todo lo que tenía que decir; le dije: tiene razón en lo que me acaba de decir, pero, yo pienso, que Dios no se interesa en mí porque qué importancia tiene una persona como yo en su interés; soy insignificante. Además, le dije, hay otras personas con más problemas, con más miedo y, mucho más, deseosas de estar al lado de Dios. Yo no necesito a Dios en mi vida por el momento; si el guía mi destino no me importa saberlo, si el nos creo y creo todo, tampoco me importa. No necesito acercarme a él para ser feliz, ya que en este momento soy feliz. 
No me dijo nada por un momento. Reflexionó por un momento y me dijo lo equivocado que yo estaba. No sé porque me lo dijo. Me despedí de él y me fui.

¿Cuántas personas tendrán los mismos problemas que yo, cuántas las mismas dudas?. Son muchos los años que a uno no le tocan vivir.

De Octavio Paz


Hermandad
               Homenaje a Claudio Ptolomeo
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante 
alguien me deletrea.