jueves, 2 de julio de 2015

La muerte es también posible ahora.


Ayer me fui volando de todo esto que estoy viviendo ahora. Me fui lejos. Salí de la casa por una de las ventanas y giré para ir elevándome y alejarme de espaldas. Pude ver por el marco de la ventana el sillón a un lado de ésta, el piso de color café, una sombrilla recargada en la pared, la pared blanca. A poco iba viendo toda la casa completa, su color azul y en otras partes era blanca, Vi mí techo y el de los vecinos, entre las viviendas las calles se dibujaban geométricamente en unos lados y en otros sitios todas chuecas. También observé detenidamente como es que subía y bajaba el terreno, la avenida principal, no lejos de mi hogar, se hallaba a la mitad de mi mirada y se perdía en el horizonte su línea, un tanto recta. Pude haber visto más, la ciudad, los campos que están a un lado, todo el municipio. Pero me atrapó el cielo, totalmente libre. De vez en cuando solía voltear a verlo, pero siempre había algo que lo interrumpía, lo más común eran las líneas negras de los cableados, tajaban como un cuchillo o una herida larga la vista. Mas ahora no hay nada de eso. Y subo y subo más.
Se acerca la noche de mi vida y ya casi llego a ese cumulo de estrellas que giran sin ninguna prisa. Sólo sé que me alejé de mis problemas, ya no recuerdo bien quién era, lo que solía hacer, o a quiénes odiaba y quería. Quizás esté soñando, todo esto sea un enorme sueño del que me voy a despertar pronto, y sonrío al pensarlo.