domingo, 2 de noviembre de 2014

La proximidad también se da en presencia.


Cada vez te siento más cerca. Los pulmones de mi aire se inflan de ti, porque comienzas como un huracán lejano y oscuro que la vehemente corriente hace que se aproxime tu voz, no como un canto, ni menos un ave, sino que es una presencia verdadera, pero lejos. Después te siento venir en la playa de mis brazos, las olas de sístole y diástole se intensifican, provocando olas de hasta mil días de alto, pero todavía no llegas.
Y cuando menos lo espero, viendo al horizonte que se atormenta y revuelve sus aires con sus aguas, llegas desde atrás de mi continente para estar conmigo. Me doy cuenta de que eres más que un alboroto tremendo de fervientes sucesos en mí; eres la tierra donde estoy parado y el hogar de mi corazón. No estás lejos, es la mirada que mira para otra dirección.
  Tal vez no es mi culpa, todos me han dicho que mire, sus sombras fuerzan mi cabeza a cambiar de sentido. También decía que tengo que vencer obstáculos para llegar a ti, pero no es verdad, porque cuando se ama de verdad no hay obstáculos ni caminos que cruzar, ya que el amor significa en gran medida un acercamiento de almas, de cuerpos relacionados, de pasión y hasta de miedos.