martes, 2 de diciembre de 2014
Del tiempo junto.
De tu voz también he visto salir pequeñas siluetas de niña, o paisajes de borroso contorno. Me doy cuenta, cerrando los ojos puedo ver tus historias, el otro mundo que encierras y que nadie puede ver, tan sólo se trata de sentir tu respiración, la manera que salen las palabras de ti. Y toco tu cuello con los ojos más cerrados aún, me gusta sentirlo mientras hablas, porque ese calor que tiene lo expresa tu mirada, secretos guardados y bien distribuidos por todo tu cuerpo, por tu ser agotado que finge un bien estar, las pesadas horas acumuladas que fatigan tus músculos, la incierta mujer que eres se profundiza en mí.
Comienza mi viaje, recorridos infinitos por ti, pero es necesario que dejes entrar, no cualquiera puede llegar al cielo llano tuyo. Y aquí estoy, te busco por entre recuerdos, y sin querer soy tú, paso lentamente mis manos ante una pared que se derrumba. Es parecido al cuento que empezamos los dos ¿te acuerdas? esa niña que llega a un lugar tan agradable, donde se mezclan toda clase de paisajes extraordinarios. De igual manera me conduzco por ti, que dejas recorrerte sin prisa, y toda tú te encuentras más viva. Y yo empiezo a vivir distinto, un paso más allá, que no sé si es el espacio que existe entre la vida y la muerte.
lunes, 1 de diciembre de 2014
Mirar y voltear.
Se despierta la ciudad y ya tiene movimientos frenéticos, a gente en sus calles que corren porque ya es demasiado tarde para ellos, las alarmas suenan, incesante sonido mecánico, lámparas y focos y velas, un olor a gasolina que sale del sucio escape de los vehículos, el vapor de las bocas. El hambre, el ayuno, cansancio, estrés, madrugada, frío, tantas palabras mezcladas en los rostros de la gente, personas aquí y allá, tal vez no llega a su número habitual de seres la ciudad en estas horas tempranas, pero son la base, los que van a contener a las otras, o sea, son los vendedores que comienzan a poner sus puestos, los que abran los locales, los que barren y limpian y consecutivamente los que se transportan a su trabajo.
Ya me puedo imaginar ese lugar que ve antes de nosotros, los de la ciudad, los calores del sol, sin un estado de aceleración, tranquilo y en paz. Mas ahora no quiero estar allá, no tengo ganas porque en donde estoy me siento bien, augusto y armonioso; me he acostumbrado a la sólida costumbre de la ciudad, que no es mala del todo... y sé que habrá un futuro mejor.
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