sábado, 21 de junio de 2014
A media noche (poema de Jaime Sabines)
A medianoche, a punto de terminar agosto, pienso con tristeza en las hojas que caen de los calendarios incesantemente. Me siento el árbol de los calendarios.
Cada día, hijo mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si es huérfano el que pierde un padre, si es viudo el que ha perdido la esposa, ¿cómo se llama el que pierde un hijo?, ¿cómo, el que pierde el tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo, ¿cómo he de llamarme, si me pierdo a mí mismo?
El día y la noche, no el lunes ni el martes, ni agosto ni septiembre; el día y la noche son la única medida de nuestra duración. Existir es durar, abrir los ojos y cerrarlos.
A estas horas, todas las noches, para siempre, yo soy el que ha perdido el día. (Aunque sienta que, igual que sube la fruta por las ramas del durazno, está subiendo, en el corazón de estas horas, el amanecer.)
Mar de mares.
He transmigrado a la ausencia de apariencias, aquellos ojos reflejaban sin querer a mi persona, era un mártir más entre los vagabundo del ser. Despegaba las máscaras al momento de besarme, nos entregábamos a un silencio que poco a poco si iba formando a través de las fechas del calendario. Apenas y nos movíamos en el tiempo. Pude ver quien era, un pobre hombre igual a todos. Pensé que mi manera de ver el mundo se parecía a los sueños, a un libro y sus páginas, un personaje de una obra de teatro, sentía la quietud de una estatua o pintura, pero la música se encerraba en su voz, ¿encerrar? más bien se liberaba. Sin embargo, ¿qué tan distinto era éso? ¿a qué venía aquí?. No lo sé, tal vez a muchos nos pasa que en cierto momento de la vida nos sentimos los únicos, los que sufren, los que aman y gritan a la noche de la vía láctea. Sólo cada uno.
Y sin querer el tiempo avanza, parece que los hombres se les da por querer detener el tiempo en un momento especifico de su existencia. Les da miedo avanzar, porque a veces avanzar significa ya no tener, ya no amar, ya no poder. Hay un derrumbe que los destruye. Unos son más fuertes que otros.
Hay poetas, hay pintores, hay a quienes les gustan las mujeres más que los autos, hay a quienes les gusta el dinero que las personas.
Pero ayer al igual que hoy y mañana, tengo la posibilidad de verla a ella, que también cambia y cambia. Me encanta ver que nunca se encuentra, pero no se pone triste. Como a veces me ama y en otras no, puedo ver que sigue en su búsqueda porque también a veces ella misma se odia o se ama. Y es feliz.
Un círculo igual.
¿Qué cantidad de vidas se pierden o cuántas surgen al correr de los días? Sólo los dioses desde los cielos conocen la cifra. Saben que el cambio en el mundo es invariable, que todo surge a causa de una extinción.
Nosotros los seres vivos hemos comprendido que para avanzar a la vida hay que extinguir. No es malo si se hace con la conciencia de la naturaleza, si se hace con la razón propia de vivir.
Somos inconstantes a lo que sabemos de la vida. Aprendemos a través de las enseñanzas de la escuela y de la casa. Sabemos como hay que vivir y qué es lo que debemos de hacer para un futuro mejor.
Tenemos un mundo de representaciones otra de conciencia y un mundo donde se vive realmente. Este último es donde a lo que se hace se presenta siempre una causa que produce una verdad, una forma que nunca cambia. Aquí todo funciona, ya que si no es así es ilusorio, irreal. El arte es una conexión, un puente que sirve de un lado a otro. Cuando se hace arte se expresa lo que uno lleva adentro, uno da a entender su realidad a los demás, no sólo a los demás sino para esclarecerse lo que nos abruma. Pienso cuando alguien relata sus sueños, cuando uno lleva varios años pensando en su triste y habla de ello. Una visión que resulta en lo que somos. No hay otros, pero sí la forma en como nos vemos.
Y lo mejor es que cada quien tiene un pensamiento diferente a lo que le llama arte. Cuando es así se debe de respetar a lo más que se pueda, pero cuando se habla de verdad. Un camino de salvación, un amor que penetra en la sangre para abrir las puertas del mundo.
martes, 17 de junio de 2014
La culpa.
El rigor con que justificamos los errores que vamos cometiendo se vuelve en ciertas personas un acto de culpa, de exageración que sustenta la pena. Y nos vamos mortificando, aceptamos lo que hemos roto, pero al momento de hacerlo siempre comenzamos a engañar una pequeña parte de lo que somos para atacarnos. Somos los únicos culpable, los que no tienen sitio para la reparación, un vaso quebrado, un trozo de cielo que se cae a pedazos. Entramos a un límite, las consecuencias se nos parece que van creciendo y creciendo, así que nos repetimos que estuvo mal, que algo estuvo terriblemente mal y que el solo peso del tiempo mal seguido lo vamos a cargar nosotros... tú o yo, ellos y él y ella.
Descontrolamos lo que pensamos, lo transformamos en la cruz que va en las espaldas. Un arco que zumba al cortar el aíre.
Y siempre vamos a estar equivocados, nunca nos paramos a pensar qué nos ha llevado a cometer aquel error; consecuencia de ellos es la repetición, la constancia de volver al mismo lugar. Nos decimos fuerte "así es la vida", y siempre estamos equivocados.
lunes, 16 de junio de 2014
Entre la soledad y el alba.
Lentamente se apagan las horas de aquella lejana pasión. Nunca sembramos un árbol ni hicimos máscaras de papel, tampoco fuimos al cine ni vimos un atardecer.
Ella y yo contemplábamos un mundo diferente, en nuestros cuerpo se sembraron miles de bosques, máscaras varias nos poníamos al alejarnos. Y siempre ella era el arte, la guerra entre la diversa existencia de lo real y el sueño, supremo y fantástico.
Ahora me sostiene las manos mientras termina la aurora del tiempo, del segundo nacimiento de la palabra y el encanto de sentirse vivo. Ella me dice y yo respondo. Ella nunca me habla y yo respondo.
domingo, 15 de junio de 2014
Sembradero.
Quiero que venga, que llegue como lo ha hecho siempre, volando y corriendo sobre del agua. Que entre por la ventana de mi ausencia y que me despoje de la pesadilla que estoy viviendo. Nunca, nunca, nunca.
Me dices que no tienes cara para verme, que no estás preparada. Que te has ido. Me duele en la vida, es como si hablaras del panteón, no vas a venir a ver a un muerto, pero estás de luto.
Y te has convertido en una piedra, sin la menor preocupación de esté dolor sin sabor. Yo que siempre andaba preocupado por ti, de lo que me contabas, de tus penas, de tu forma de filosofar. Has cambiado.
Pero creo que es una forma de descubrirte, uno hace cosas malas cuando tiene miedo y se siente extraviado. Un lastima a veces a quien no quiere.
Te esperaré, tengo la fe de que llegaras y me dirás dela tu vida nueva. Serás la de antes pero con más vitalidad, con más orgullo de tu vida.
Qué es ella.
No era lo mismo. El estar con alguien más me pasmó. El sabor de su boca se desbordó hacía un pensamiento neutro, la forma en cómo mis manos recorrían aquel cuerpo nuevo me daba la impresión de no tener tacto, ni disfrutar. Me di cuenta que el recuerdo de ella (sí, siempre Paloma) destruía con gusto la cara de quién me besaba con furia. Cerré los ojos con fuerza. Imaginé a Paloma sobre de mí, quería sentir la sonrisa de Paloma.
Siempre ella, su voz queda, el contorno de sus ojos, la piel de sus espalda; el olor que me mata igual al quien siente la soga estrangulandole el cuello. Recuerdo que una vez quería matarla, su cara desesperada y con miedo me daba un gusto total, sólo la muerte de ella podría calmar mi existencia. Pero no era cierto, ella vive y me da paz... se fue, sí, se fue lejos. Ahora lloro con un bebé, nunca pensé que ella se iría, un cuento de hadas donde todos mueren al final. Su sangre sigue corriendo por mis venas, estoy loco de querer estar y no estar.
No pude resistirme a la idea de Anabel, nunca pude consagrar el amor con ella. Y ahora veme aquí, en silencio, besando a otra mujer que no me gusta. Un cadáver en movimiento, después de todo, quién está seguro de que la vida no es esto. Una completa decepción, una forma de dejar de ver a dios.
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