sábado, 21 de junio de 2014

Mar de mares.


He transmigrado a la ausencia de apariencias, aquellos ojos reflejaban sin querer a mi persona, era un mártir más entre los vagabundo del ser. Despegaba las máscaras al momento de besarme, nos entregábamos a un silencio que poco a poco si iba formando a través de las fechas del calendario. Apenas y nos movíamos en el tiempo. Pude ver quien era, un pobre hombre igual a todos. Pensé que mi manera de ver el mundo se parecía a los sueños, a un libro y sus páginas, un personaje de una obra de teatro, sentía la quietud de una estatua o pintura, pero la música se encerraba en su voz, ¿encerrar? más bien se liberaba. Sin embargo, ¿qué tan distinto era éso? ¿a qué venía aquí?. No lo sé, tal vez a muchos nos pasa que en cierto momento de la vida nos sentimos los únicos, los que sufren, los que aman y gritan a la noche de la vía láctea. Sólo cada uno.
Y sin querer el tiempo avanza, parece que los hombres se les da por querer detener el tiempo en un momento especifico de su existencia. Les da miedo avanzar, porque a veces avanzar significa ya no tener, ya no amar, ya no poder. Hay un derrumbe que los destruye. Unos son más fuertes que otros.
 Hay poetas, hay pintores, hay a quienes les gustan las mujeres más que los autos, hay a quienes les gusta el dinero que las personas.
 Pero ayer al igual que hoy y mañana, tengo la posibilidad de verla a ella, que también cambia y cambia. Me encanta ver que nunca se encuentra, pero no se pone triste. Como a veces me ama y en otras no, puedo ver que sigue en su búsqueda porque también a veces ella misma se odia o se ama. Y es feliz.




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