sábado, 21 de junio de 2014

Un círculo igual.


¿Qué cantidad de vidas se pierden o cuántas surgen al correr de los días? Sólo los dioses desde los cielos conocen la cifra. Saben que el cambio en el mundo es invariable, que todo surge a causa de una extinción.
Nosotros los seres vivos hemos comprendido que para avanzar a la vida hay que extinguir. No es malo si se hace con la conciencia de la naturaleza, si se hace con la razón propia de vivir.
  Somos inconstantes a lo que sabemos de la vida. Aprendemos a través de las enseñanzas de la escuela y de la casa. Sabemos como hay que vivir y qué es lo que debemos de hacer para un futuro mejor.
  Tenemos un mundo de representaciones otra de conciencia y un mundo donde se vive realmente. Este último es donde a lo que se hace se presenta siempre una causa que produce una verdad, una forma que nunca cambia. Aquí todo funciona, ya que si no es así es ilusorio, irreal. El arte es una conexión, un puente que sirve de un lado a otro. Cuando se hace arte se expresa lo que uno lleva adentro, uno da a entender su realidad a los demás, no sólo a los demás sino para esclarecerse lo que nos abruma. Pienso cuando alguien relata sus sueños, cuando uno lleva varios años pensando en su triste y habla de ello. Una visión que resulta en lo que somos. No hay otros, pero sí la forma en como nos vemos.
  Y lo mejor es que cada quien tiene un pensamiento diferente a lo que le llama arte. Cuando es así se debe de respetar a lo más que se pueda, pero cuando se habla de verdad. Un camino de salvación, un amor que penetra en la sangre para abrir las puertas del mundo.

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