lunes, 16 de junio de 2014

Entre la soledad y el alba.


Lentamente se apagan las horas de aquella lejana pasión. Nunca sembramos un árbol ni hicimos máscaras de papel, tampoco fuimos al cine ni vimos un atardecer.
Ella y yo contemplábamos un mundo diferente, en nuestros cuerpo se sembraron miles de bosques, máscaras varias nos poníamos al alejarnos. Y siempre ella era el arte, la guerra entre la diversa existencia de lo real y el sueño, supremo y fantástico.
Ahora me sostiene las manos mientras termina la aurora del tiempo, del segundo nacimiento de la palabra y el encanto de sentirse vivo. Ella me dice y yo respondo. Ella nunca me habla y yo respondo. 

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