jueves, 15 de agosto de 2013
el silencio es nuestra lengua.
El silencio es nuestra lengua, un cuarto nuestro escondite, la mañana nuestro blasón. Lo que menos nos importa es el deseo, el placer por placer; nosotros queremos un amor real, que se pueda escribir, tocar, fotografiar. Veremos la basura de otoño, la lluvia de junio, el calor de agosto, el frío de invierno; veremos pasar los años y estaremos igual como la primera vez. El símbolo de la pasión nos llama lentamente, seduce nuestra separación para encontrarnos en un terremoto, en una borrasca de tormenta. Hay en todo esto una penumbra donde estamos cayendo, ese lugar sera nuestro rencuentro: la muerte. Ahora está en otra parte, buscando un vaso con agua, yendo a la tienda, soportando el clima de la temporada, y yo estaré igual que ella. Somos lo mismo en cuerpos diferentes, separados por el simple hecho de existir. Debemos ser dos en un ciclo de naturaleza humana, la flor que crece, la noche que crece, la luz que crece, la flor que se apaga, la noche que se apaga, la luz que se apaga. Dos voces pidiéndose ayuda. Estamos. Seremos. Nunca fuimos.
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