El ahora.
Nuestra forma de ver las cosas ha cambiado. Nuestros juicios ya no están saturados de pretensión como antes. No nos empeñamos en que el hombre desciende del espíritu ni de la Divinidad; lo hemos vuelto a colocar entre los animales. Es, para nosotros, el animal más fuerte porque es el más astuto; nuestra espiritualidad es una consecuencia de ello. Por otra parte, nos resistimos a otra vanidad que también quisiera alzar la voz: la de considerar que el hombre es el gran designio secreto de la evolución animal. No es la culminación de la creación; cada ser tiene en su género el mismo grado de perfección.
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