domingo, 29 de diciembre de 2013

Un año más que te recuerdo.



Un año más deja de moverse para contemplar sus últimos días, donde la fiesta, la cercanía, las luces de colores, que transitan parpadeantes por las noches de su fin; se mueven en su quietud de muerte. Y su extinción da comienzo a uno nuevo ¿reencarnación cósmica?. Hay tristeza en e fondo, pero hay más felicidad circulando, que da a las mujeres y hombres las fuerzas para crear las esperanzas venideras.

Mientras todos están en calma, en una paz benéfica, dejando atrás la malas costumbres de negar lo bueno, o sea, poner la vista en tales asuntos como  las supermercadotecnias, las falsas costumbres, por poner ejemplos. Mientras todos se comportan a favor de los días que van terminando, me pongo a pensar en todo lo que se va quedando en el olvido, los recuerdos dan una pantalla melancólica de lo que ha sido y va siendo mi vida. Pienso en aquella joven mujer que hace cuatro o cinco años movía mi amor, en la formas de vida que he tenido en distintos años. Me siento frágil de tiempo. 

Quisiera volver a vivir mi vida para llorar y sonreír otra vez al camino de la vida. Yo alcanzo a distinguir un mar que me cubre hasta el cuello, de un líquido de mis sueños. No hay más que quisiera volver el tiempo a donde no hay más que infancia, amor, y pureza en mi ser. Pero nos vamos quedando, nos vamos muriendo y, aunque apenas estamos floreciendo de vida, la muerte va secando las lejanas raíces de lo que terminaremos siendo.

Voy a soplar un flor de diente de león, voy a colocar todos mis buenos deseos a cada fragmento de éste para que llegué a ti; y cuando lo veas moviéndose en el aíre, danzando en una calmada corriente de aíre, cierra los ojos y recuerda como todo lo bueno que somos te ha hecho feliz.

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