viernes, 6 de septiembre de 2013

Los secretos de papel.



Cuando acabo un libro tengo que esperarme un día o dos para empezar otro. Me quedo viendo el libro cerrado, negando que el rectángulo de papel que tengo en mis manos guarde una aventura secreta, una emoción hecha de símbolos, escrita por alguien que vivio ayer o hace siglos; negando también que el libro a tocado mi vida. Me levanto, camino un rato por la casa, me acuesto en mi cama, empiezo a ver la televisión. No importa que haga, el libro sigue en mi cabeza, toda esa historia que tarde en leer cinco días o tres semanas me recorre la piel, y es solo un instante lo que conecta el principio con el final. Estoy traumado, una herida ciega en el espíritu.

Y nadie sabe que acabe el libro, deberías verme, ahí, con la mirada ida, sumergida en un rectángulo fraternal, que me llama, que me llama, que me habla anacrónicamente; en silencio, como una caricia al entendimiento. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario