domingo, 13 de julio de 2014
Diario de un transeúnte joven (10 de julio del 2014):
10 de julio del 2014
Las personas con las que nos cruzamos al transitar en las calles que solemos pasar para llegar a cualquier lugar, pasan desapercibidas ante nuestra percepción de las escenas diarias, de la rutina y la costumbre. Quiero iniciar este diario diciendo que no estamos solos, compartimos la sociedad con desconocidos. Porque siempre que hablo de sociedad o me pongo a pensar sobre ella, pienso en algo lejos, una muchedumbre escondida y a la vez expuesta a la cual soy ajeno, y ahí están, sin embargo son las personas que conforman una masa desconocida y misteriosa, en la que uno también es un órgano más. De la misma forma que vivimos ellos tienen problemas como los tuyos o peores; son felices, son malos, trabajadores, conscientes. Y actúan de tal manera para sus necesidades, deseos y conformidad.
11 de julio del 2014
Por alguna razón me siento solo, absurdamente solo. Creo entenderlo un poco. No lo sé bien... tal vez me equivoque al pensarlo. Todo porque me doy cuenta que en cierta manera puedo caminar por una o dos horas y ni siquiera mirar a las personas que pasan constantemente; las veo como sombras, siluetas que rellenan el trasfondo de los recuerdos, de la memoria. Puedo destacar la tristeza, hablar de ellos y de sus males del pensamiento, su transitar sin color, su ajena vida; pero repito que me siento absurdamente solo, nada tiene que ver con ellos, y sin embargo siento apatía. Me los intento imaginar en un estado constantes de aventuras dignas de contar. La neblina de mi ego los cubre, todo me sucede a mi, porque soy yo: el protagonista de la vida, el héroe sin hazañas ni fama ni nada.
12 de julio del 2014
Cuando llueve y es de noche las calles toman un reflejo colorido, de luces amarillas y rojas. Se crean puntos pequeños que encienden apenas el pavimento. Camino sorprendido y a la vez indiferente ante tan común espectáculo.
Me siento afortunado de recorrer este lugar, parecido a un escenario de "Alicia en el país de las maravillas". Si en la avenida se dispersa el ruido de los automóviles violentamente, a una cuadra se apaga de un modo increíble. Es obvio que elijo irme por donde hay menos ruido.
Y en el caos de la noche, imagínate nada más los coches, el caer de la lluvia, las sombras que hacen nacer el miedo; y el este movimiento se posa la luna: fantasma iluminado, astro plateado, silueta que deja ver sus años.
13 de julio de 2014
Los domingos son muy tranquilos en donde vivo. Hay un pequeño kiosko al cual puedo ir a estar un rato. Van niños a jugar fútbol, a andar en bicicleta; otros más grandes se dedican a andar en patineta. Las personas mayores conceden su tiempo a la calma de reposar en las sillas de metal pintado de verde.
Voy a practicar un deporte que me gusta mucho, el "freestyle soccer". Es un pequeño kiosko con una cancha pequeña, utilizada en las tardes de la semana para jugar voleibol por mujeres adultas. No es la gran cosa, no es muy grande, tiene el piso malgastado, las áreas están tremendamente descuidadas. Pero a muchos les parece un buen sitio para pasar la tarde y descansar.
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