viernes, 11 de julio de 2014

Un tiempo a aquí.

¿Contestarás otra vez? grito al vacío, encerrado entre las paredes sin oídos y las ventanas que no respiran ni ven. Pero nada me escucha. Igual que la cama que se pierde de tu figura al no tener tacto, me pierdo de tu piel y de la esencia del frágil perfume de tu espalda. Anclado en las pesadillas, en un bosque de obscuros ramajes y la dulce pólvora que explota en tus ojos, encendiendo un crepitar sagrado de llamas que a su vez son azules y amarillas y negras.
  Miro a la muertes desde atrás, desde su principio, su columna que eclipsa la luz de la vida. La encuentro buena, amable en su mirada que reposa en los corazones blancos; y silenciosa en el dolor de la maldad del hombre.
  Vuelve, Paloma. Me faltan tus inútiles manos que acaricien mi cara, me faltan las miradas perdidas que se dilatan en el contorno del iris. Quiero tu pensamiento que vaga de la tristeza al consuelo. Decir tu nombre es hablar conmigo. De tu regreso retornaran las flores ignoradas, música que sale de tu cuerpo, besos que empiezan por marchitarse y acaban en brote tierno, feto vegetal. Las letras de los libros, el agua del vaso, la sangre cristalina, diáfano sepulcro de mi ser.  

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