domingo, 21 de diciembre de 2014
Un viajante.
He empezado a olvidar el mundo. Ya no reconozco mi imagen en el espejo, un reflejo extraño, otra persona que soy. Tampoco salgo a la calle, no recorro el mundo para encontrar aventuras. Se ha limitado mi espacio a una caverna profunda, donde la luz del día no entra. Mis manos han olvidado la forma que tenía la mujer amada. El sabor de la fruta, la alegría de mirar el cielo, la incesable corriente del aire, la humedad de la mañana y el tranquilo arrullo del silencio de la casa, no me acuerdo ya de muchas vivencias.
La música está sonando, por alguna rendija, un trozo abierto de mi tumba deja pasar el sonido de trompetas, guitarras, baterías y demás, la verdad no sé mucho de música, no me intereso lo suficiente, pero hay más instrumentos que no identifico. Y me gusta como suena, no me había detenido a oír las canciones o melodías con atención. Más cuando está uno encerrado he inmóvil. Dicen que se puede escuchar el mar en un caracol, y creo que ha de ser verdad, porque tan solo de escuchar estos instrumentos puedo sentir toda una naturaleza en ellos. Pero las hojas han empezado a caer para mí. Ya un río seco y marchita piel de la tierra.
Y a pesar de que me estoy yendo una entrada se abre, más allá alcanzo a distinguir una luz, veo una galaxia que está prendiendo sus estrellas. Falta tiempo, es cuestión de esperar porque todavía me siento apretado y rígido. Estoy preguntándome ¿qué será del mundo que dejo? ¿qué será de ella? ¿de mi familia y de mis amigos?.
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