Y, aunque estaba solo, no lo sentía, la compañía de algo me seguía hasta cada rincón, hasta cada desolado corredor y cada parque que pasé... sí, los parques se veían extraños. También pudiera ser que en este sueño no existía la soledad.
Tenía una gran curiosidad por seguir avanzando, y avancé por cada diferente camino, un ansia calmada por saber cada interior de todos los cuartos, tiendas, locales y oficinas, habitaciones, pisos y puertas.
En la curiosidad de mis pasos, como en la mirada sorprendida, descubrí una silueta al final da una ancha avenida. Era ella, era ella...era...ella.
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