miércoles, 6 de agosto de 2014
Ardiendo en el interior
El fuego se esconde, su iluminada presencia desaparece al verme a mí mismo, pero su calor se queda. Se siente una braza en el interior, una mezcla de quemadura y carbón. Mis huesos cambian su color, ceniza se vuelve, en una lenta quemadura que ennegrece el duro blanco que tienen mis huesos de cristal o hierro. La sangre es el alma fundida que recorre un sin fin de caminos que hay en mi interior. Escucho la voz de Paloma que me llama, y no puedo responder; se encuentra después del fuego, en el más allá de la inacabable distancia. Escucho las llamas, que se alzan en una danza sin ritmo, pero con vida.
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