martes, 5 de agosto de 2014

Olvido, sueño.


Pequeño astro que recorre el techo de la habitación, un parpadeo de luz extraño; volando lo mismo que las estrellas en el cielo: sin detener su camino, de velocidad apenas perceptible. En los ojos de Paloma se refleja temblando la estrella. Ésta bajó, para reposar su vuelo, en los labios de Paloma; hasta sus labios, que la luz blanca, muy tenue me permitía verla en la noche apagada. Rosar mi beso con el suyo, en la obscuridad y con una estrella en su rostro; imagen que se instaló en mi recuerdo. No sabía nada, permanecía con un latido constante la vida, sin lugar, sin espacio, solamente ella, alumbrada y quieta. Y aunque aquellos colores que la minúscula estrella derramaba en la mujer que dormía a mi lado parecían, más bien, como dicen los pintores, de tonalidades frías; el beso que le di tenía un sabor a flama doble, sentíase cálida, como siempre.
  Después, mucho tiempo adelante, entre el sueño y el lugar... amaneció. 

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