martes, 9 de septiembre de 2014

Carta desde el rincón de la estrella diurna.



El tiempo avanza, es natural su paso, no se apresura ni se detiene para nada. Una acción universal que tal vez puede estirarse o doblegarse, esto no quiere decir que cambie su estado, más bien es una forma de decir que su relatividad no depende tanto del ser o la materia que existe en él; es un proceso que no es simbólico o de situación múltiple. Me lo imagino como un gran cuerpo, donde brazos y piernas tienen un movimiento que no es igual al de su corazón o a los músculos de la cara. Hablo de una idea sencilla, es más, es incluso una consecuencia de las curiosidades que voy aprendiendo, a través de personas o en fuentes poco confiables. Pero lo que intento no es dar un dato científico, ni una explicación; digamos que es un soliloquio... no; digamos que es una conversación entre tú (Paloma) y yo, en la cual, por esta ocasión puedo yo hablarte sin la necesidad de una respuesta o el experimento de tratarte lejana en el aquí y el ahora.
  Hablo del tiempo, porque a veces lo siento como un dolor, como una forma en que algún dios antiguo toma venganza de su propio olvido, y soy una de las tantas víctimas; también se me ocurre como un acto amoroso que me has dado, para que veamos que el amor nuestro es una forma abierta de vida, o cerrada, ya no sé.
En fin, para terminar esto: tal vez acabe pronto nuestro lento olvido, y se transforme en reencuentro de tú conmigo y yo contigo. O sea, que dentro de muy poco volveremos a vernos de frente, cara a cara, para podernos comunicar el alma encerrada, dos voces que se tocan físicamente...Tiempo es, Amor,la manera de amarnos.   

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