viernes, 26 de julio de 2013


Hubo un tiempo en que tenía mucho tiempo libre y me dedicaba a leer todo el día. Me daba sueño y dormía, me daba hambre y comía, me daban ganas de salir a caminar y salías como a las 3 o 4 de la tarde, pero siempre leía. Acostado en mi cama salían de las páginas las historias aventuradas y sueños negros, esperanzas para todos los hombres. Me imaginaba que estabas acostada alado mio, abrazándome y yo leyendo en voz alta, que nos parábamos para ir a caminar hasta una colina muy alta y ver la ciudad desde lejos; dibujar. Y a mí eso me daba mucha alegría y sonreía lo mismo que cuando se termina un libro.

Ahora vienes y nos leemos lo mismo que un libro que jamás ha sido leído. Es una naturaleza que nos va enseñando, que nos junta, y el olor, el sabor, las texturas del universo mismo están en nosotros. Somos uno, y, aunque, no podemos estar reunidos por mucho tiempo estamos contentos. Jugamos con agua y fuego, nos enterramos en la tierra y tocamos con los dedos el cielo.     

No hay comentarios.:

Publicar un comentario