Pienso que duermo, que no estoy en la casa, ni en la ciudad o el mundo en que todos nos movemos. Pertenezco al insomnio que mina las horas de las noches, excava la tierra del hombre para llegar a la raíz del espíritu y el alma (¿es el alma un otro yo?). Me quedo quieto para poder respirar sin ningún temor. No hay muerte, tampoco hay que pensar en el contorno que se dibuja de Paloma (mujer que abre su vida). Espero no despertar. Intento calcular el tiempo que está pasando, no hay tiempo. Unas manos que recorren el centro que bombea la sangre, se juntan con las mías; y no le pertenecen.
Cierro los ojos, siento mis huesos que se empiezan a hacerse cristal negro, las venas son finos hilos de brillante vidrio, los músculos se endurecen, diáfanos y confusos. El sonido, la sombra unida a la pared también se vuelven cristal... Despertaré.
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