lunes, 28 de julio de 2014

Divagación nocturna.


En medio de la noche escucho el susurrar unos labios que se confunde entre la sombra y la sombra. Escucho su voz que habla de algún lugar soñado, emitido desde el subconsciente hasta esta obscuridad que sale de mí, del interior dormido. Su palabra habla en secreto, secretos guardados al día, solamente en la noche toman tan grande color: la confesión. Trabaja su mente natural. La sombra, que habla y sueña, avanza hacia mí cada vez más, y poniendo más atención a lo que me dice la encuentro próxima a mi costado, pero no está juntada, ni arriba ni abajo. Está donde yo estoy, soy la sombra... soy la sombra.
  Pienso que duermo, que no estoy en la casa, ni en la ciudad o el mundo en que todos nos movemos. Pertenezco al insomnio que mina las horas de las noches, excava la tierra del hombre para llegar a la raíz del espíritu y el alma (¿es el alma un otro yo?). Me quedo quieto para poder respirar sin ningún temor. No hay muerte, tampoco hay que pensar en el contorno que se dibuja de Paloma (mujer que abre su vida). Espero no despertar. Intento calcular el tiempo que está pasando, no hay tiempo. Unas manos que recorren el centro que bombea la sangre, se juntan con las mías; y no le pertenecen.
  Cierro los ojos, siento mis huesos que se empiezan a hacerse cristal negro, las venas son finos hilos de brillante vidrio, los músculos se endurecen, diáfanos y confusos. El sonido, la sombra unida a la pared también se vuelven cristal... Despertaré. 

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